miércoles, 31 de octubre de 2007

Un boceto de cine (2ª parte)


Una definición inexistente

La pregunta es inevitable. Ante toda esta situación, una historia de montañas y valles y una extinción en las salas de exhibición, sólo cabe intentar dilucidar qué es el cine gallego y dónde se encuentra.
El desacuerdo entre las partes es patente. Estamos ante la industria del audiovisual. Y eso ya es, en sí mismo, polémico. La industria es de los empresarios. El audiovisual es una forma de cultura. Así que hay dos opciones: que cada uno siga por su lado, tirando hasta desgarrar de los dos brazos de una de las niñas bonitas de toda economía, o llegar a un acuerdo y a unos puntos en común.
La verdad es que no están ni en un punto exacto ni en el otro. Es evidente que no llegan a un arreglo, pero tampoco están desgarrando nada. Por una razón, no hubo tiempo. En la Consellería de Industria, en el año 91, no había constancia de que existiera una industria del audiovisual, según nos refiere el catedrático de cine de la Universidad de Santiago de Compostela, Ángel Luis Hueso Montón. La consideración del sector audiovisual como estratégico llegó de la mano de la Lei do audiovisual de 1999, una ley tardía (y aún lo sería más a la hora de aplicar sus condiciones).
Los expertos no se ponen de acuerdo y cada uno tiene diferentes criterios para definir la existencia o no de Un Dorado que parece inalcanzable para muchos.
Una de las bases fundamentales que se establecen es la de carácter más práctico, donde el arte se considera unidimensionalmente como mercancía de negocio. Por lo tanto, habrá cine gallego si existe industria. Independientemente de los productos que se hayan sacado a la luz. En este sentido, hay que destacar que sí hubo una evolución favorable de las empresas que se dedican al cine en nuestro país. Hoy en día rondan las 200, los últimos datos oficiales son del 2003 en los que se refiere que hay 185. Esto representa un aumento considerable, teniendo en cuenta que en 1997 había 69. Pero ni siquiera aquí, con datos objetivos hay acuerdo. Este aumento para unos refiere la existencia de una industria consolidada que representa en sí misma el cine gallego. En cambio, para los otros no significa nada ya que no hay una regularización de la producción y la mayoría de las empresas tienen que diversificar actividades porque no pueden vivir del cine.
En el apartado de la industria hay que hacer mención especial a un criterio decididamente vinculado con este ámbito. Para muchos, la contratación de equipos propios de aquí, con ideas de aquí, sería condición sine quae non para establecer un cine gallego. Incluso los empresarios se defienden remarcando que cine gallego es aquel que crea riqueza para aquí y da trabajo a la gente de aquí. Y ya basta.
Se puede utilizar otro criterio para intentar esclarecer la situación. El uso de la lengua como definidor de un producto gallego. Aquí el acuerdo es muy general. El cine gallego debe ser en gallego, ya que es nuestro factor identitario y diferenciador. Sin embargo, cuando hablamos de cine (por ser industria y cultura) este tipo de criterios son relativos. Y lo son porque chocan con lo anterior. Manolo González, asesor da Consellaría da Cultura y responsable de las subvenciones del 2006, pone un ejemplo de choque entre los dos baremos, que puede resultar muy ilustrativo: hay una película rodada en Mongolia, con actores mongoles que hablan mongol; pero la película es alemana porque son los que ponen el dinero y los medios. De hecho, en el bienio 2001-2002, el 68% de los films gallegos de ese año estaban en gallego. Sin embargo, disminuye muchísimo el número de producciones dobladas para el exterior, un síntoma de que el consumo de nuestro cine fuera de Galicia es casi inexistente.
En cuanto a temática y géneros propios de un cine gallego, hay que decir que son criterios mucho más dispersos. Aquí choca también la cultura con la industria. ¿Hay que buscar una identidad propia o hay que decantarse hacia lo más comercial? Quizás la mejor solución sería conjugar las dos cosas pero el cine hecho en Galicia no se ha mostrado capacitado para realizarlo, salvo en contadas ocasiones. Aunque es esta una situación común a muchos países. Además, el delimitar una temática o unos géneros podría suponer una especie de cortapisa para la libertad creadora de los autores. Pero hay que reivindicar que no sólo de hiperenxebrismo vive el cine gallego. Para poder llegar un público, debe estar enraizado en nosotros pero tener una visión más universal, como indica el profesor Folgar de la Calle. Una evolución que sí es cierto que se fue dando en la producción audiovisual gallega contemporánea, aunque no supuso su equiparación con el planteamiento de otros cines.
Por lo tanto, entre factores culturales y factores económicos se produce un desencuentro que consigue frenar un avance competitivo y de calidad. Y todos culpan a los otros, porque resulta muy difícil que se encuentren en un terreno común que aún todo el mundo desconoce.

--- Continúa el miércoles, 7 de Noviembre ---

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