jueves, 11 de septiembre de 2008

True Blood

Con su nueva propuesta televisiva, True Blood, Alan Ball vuelve a sorprender. Las malas críticas recibidas, que no son pocas, provienen, tal vez, de un público que esperaba otras cosas más propias del universo Ball. A saber: realismo con tintes oníricos, la crisis de la familia tradicional, comportamiento inmaduro, debate existencial y delirio transitorio.

True Blood posee, desde su primera secuencia, el aroma inconfundible de una buena serie de la cadena HBO. Nunca antes en televisión se mostró el mundo de los vampiros tan alejado de tópicos y de pudores cínicos. Y hablando de cinismo, a estas alturas nos esperamos una serie de calidad, pero nada que se acerque a A dos metros bajo tierra, Los Simpson, Los Soprano o Twin Peaks.

Sin embargo, aunque el piloto tiene cosas por pulir (¿que necesidad tiene Ball de poner un cebo para el episodio 2?), a grandes rasgos, se augura algo importante. Muy importante.