martes, 30 de octubre de 2007

Super Mario Art


Unir museo y videojuego no es algo inusual fuera de nuestras fronteras. En 2004 el Kodak Theatre de Los Ángeles estallaba en aplausos tras la presentación de la última versión de Legend of Zelda. Su creador, Shigeru Miyamoto (el padre de Mario), es venerado con religiosa devoción en Japón, su país de origen. En Estados Unidos el mercado se estremece cada vez que una nueva creación de este autor hace su aparición y en Francia ha sido nombrado Caballero de la Orden de las Artes y las Letras.

Este año, la exposición, pionera en España, Tres maestros del videojuego, recorrió la obra de tres genios de esta emergente e innovadora modalidad artística. Junto a Miyamoto, se expusieron obras de John D. Carnack, autor de los motores gráficos de Doom y Quake y de Will Wright, el alma mater de The Sims.

En la exposición, el espectador, además de contemplar las obras, podía interactuar y poner a prueba sus habilidades como conductor de personajes por una realidad virtual.

Los amantes del videojuego esperamos que esta iniciativa del Saló Modernista de la Caixa Sabadell dé el pistoletazo de salida para que los museos del estado español comiencen a interesarse por esta nueva forma de Arte. Sin embargo, nos tememos que las élites intelectuales de este país, demasiado conservadoras, ricas y despreocupadas, como para que un fontanero saltarín comparta espacio, por ejemplo, con un Chillida, harán que esta iniciativa quede en un hecho aislado y que el arte del videojuego quede relegado al underground expositivo.

No sería la primera vez que esto ocurre. En los años 90, la música electrónica pasó por una especie de apogeo del que dio buena cuenta la exposición Lost in Sound realizada por el Centro Galego de Arte Contemporáneo (1999). Una brillante iniciativa que, tristemente, no tuvo continuidad.

Visto lo visto, sólo cabe preguntarse y preguntarle a los expertos en museología de nuestro país por qué es arte contemporáneo objeto del museo sólo aquel que al gran público no le transmite absolutamente nada.

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