jueves, 15 de noviembre de 2007

Un boceto de cine (4ª parte y final)


El monedero llenándose.

Hasta aquí todo son desacuerdos, dejadez, suposiciones. Pero el sector cuenta, también, con datos irrefutables. Y éstos son que en plena sociedad de la información el audiovisual empezó a ser rentable en Galicia. Y decimos audiovisual, porque la rentabilidad no depende sólo de ese cine (o no cine) gallego.
Las empresas gallegas han tenido que diversificarse en todos las ramas para poder sacar partido. En Galicia, no se puede vivir sólo de la producción cinematográfica. Según el Observatorio Audiovisual Galego, de la Dirección Xeral de Comunicación e Audiovisual, la rentabilidad de la producción de vídeo, cine y tv posee un índice del 13,02%. No hay pérdida como en la tv local, pero no se acerca a la rentabilidad del campo de la animación, con un 367,46% según los mismos datos.
Desde el año 1997 se ha producido una evolución positiva del volumen de negocio en el sector, alcanzando su cima en el año 2003. Pero el cine tampoco encabeza ahora la lista. Animación y distribución (una distribución olvidada por la Administración en sus ayudas) están por delante.
A pesar de no ser las mayores en volumen de negocio, las empresas de producción de cine y de tv son las mayores en número, copando un 41% de la cantidad total de entidades del sector. Lo que nos deja la idea de la gran atomización del sector y la imposibilidad de llegar a economías de escala, que disminuyan los costes. De hecho, este es un problema indicado por casi todos los informes y expertos sobre el mundo audiovisual.
Este es uno de los factores que caracteriza al sector, pero hay otros muy propios de nuestra industria. Muchas empresas del audiovisual dependen de conglomerados del ámbito de comunicación como, por ejemplo, los grupos editoriales de "El Correo Gallego", "El Progreso", "La Región", "La Voz de Galicia" o las televisiones locales dependientes de Localia-Grupo Prisa o Vocento. Esta conjunción supone una subordinación de los intereses de la producción audiovisual a unas empresas y grupos editoriales, algo que muchos critican como inaceptable.
Pero no tan sólo los grupos editoriales tienen su participación (importante) en el sector. La banca ha empezado a entrar como accionista en varias de las empresas gallegas. Su entrada es para Ángel Luis Hueso Montón un signo inequívoco de que la economía audiovisual goza de buena salud.
Los datos económicos favorables también consiguieron acaparar una mayor atención de los responsables de los planes para el desarrollo económico de Galicia, que empezaron a tomar medidas. También influye aquí el artículo 1º de la ley 6/1999 en el que se considera al sector audiovisual como estratégico. A partir de esto, el PEDEGA (Plan Estratégico de Desenvolvemento Económico de Galicia) estableció, entre otras medidas, el apoyo al desarrollo de la industria, para conseguir instaurar a Galicia como tercer núcleo productivo estatal, después de Madrid y Barcelona. El PEDEGA es, como poco, ambicioso. Pero por lo menos comenzó a establecer las bases de posteriores planes estratégicos que pretenden sacar a delante nuestro audiovisual, además de las subvenciones. Bajo el ala del PEDEGA surgió también el Clúster del Audiovisual, con el objetivo de mejorar la competitividad de nuestras industrias.
Por lo tanto, podemos hablar de un sector en proceso de crecimiento, pero no tanto de un peso específico de la producción cinematográfica, como moneda de valor en el sector. Quizás la indefinición venga causada por ser un sector que no reclama la suficiente atención económica. O quizás sea su indefinición la que provoque que no se convierta en el líder del audiovisual gallego

Un perfil desdibujado.

¿Y, al final de todo, dónde está nuestro cine? Lo hemos encontrado flotando en un mar de definiciones, lo hemos adivinado ligeramente defendido tras una coraza legislativa y lo hemos visto asomarse tímidamente entre una sopa de números. Pero no se ha mostrado ante nosotros, fuerte y vigoroso, como los grandes.
Lo podemos imaginar sin límites, borroso. Una entidad fantasmal que nadie encuentra, nadie define y nadie sabe dónde está. Y algo que no tiene conciencia de sí mismo no puede avanzar.
Y también cuentan los otros. Los otros tampoco saben. Cada uno lo llama como quiere, lo trata como quiere. Y rebotando, de unos a otros, y de otros a unos, no llega a ningún lado.
Hay quién quiere hacer de él un arma partidista, incluso ideológica. Es una tara que sufren todos los medios de comunicación desde que vinieron al mundo. Otros quieren que sea sólo una especie de máquina tragaperras. Y todos se olvidan del cine en sí mismo. De un cine nuestro y para nosotros, y para el mundo. De la universalidad de lo propio.
Todo esto sucede sin que nadie quiera tomar de la mano a un niño que empieza a andar. Nadie le muestra el mundo. El cine gallego sufre amnesia de sus anteriores vidas y no hay ninguna persona que sea capaz de decirle lo que fue. O lo que será. Y mientras, entre una y otra vuelta de tuerca, nuestro cine se marchita.

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